Ella va dejando
trocitos de su cuerpo en cada cama.
Es un puzzle de
las noches que pierde,
para creer que
gana.
Ella llora cuando
nadie puede verla
y ríe en público
mirando al patio de butacas.
Ella es carne de
musa para poetas desnortados,
y musa de carne
de sus poemas secretos
cuando sólo el
desconcierto la respeta.
Ella sólo puede
coquetear con la tragedia
y no se rinde
cuando la soledad ataca.
Colecciona
desengaños y los clava en su almohada
para que le
canten mientras duerme sola
esa historia de
amor triste que esperaba.
Por miedo a que
el olvido la lastime,
ella va olvidando
de costado.
Y el olvido ya la
hiere,
pero ella
aún
no se ha
enterado.
Esa cenicienta
que a veces se emborracha
para ponerle tu
cara a un príncipe cualquiera
que se convierta
en calabaza a las seis de la mañana.
Esa muchacha que
llama a quien no debe,
que cuelga a
quien la quiere las llamadas,
que lava sus
penas en los bares
y tiende su
corazón en las ventanas.
Esa mujer fatal
para si misma
que fuma para
nadie en los espejos
mientras las
horas pasan sin tocarla
y aquello que
soñó queda más lejos.
No intentes
protegerla de si misma,
de algún modo
ella ama esas heridas
que no podrás
curar, sólo lamerlas.
No quieras
cambiarle el argumento
ella teje su
historia con derrotas
que escribe para
seguir huyendo.
Por miedo a que
la vida la atropelle,
ella va tocando
la vida de costado,
Y la vida ya la
quiere,
pero ella
aún
no se ha
enterado.
Carlos Salem - el huevo izquierdo del talento.
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