Vaya que me siento perdido, a veces paso por borracho y
otras por drogado, muchas otras por enojado e incluso en varias ocasiones
aparento estar un poco distraído; me miro en los charcos y descubro lentamente
como simplemente, me gusta pasear.
Despacio camino todos los días para dos lugares distintos;
para mi futuro en la caminata mañanera y para mi presente en esas pocas
cuadras que recorro al regresar. Paso a paso voy buscando mi equilibrio,
recordando mis razones para enfrentarme a esos momentos de incertidumbre e
incluso esos lugares que puedo controlar y manipular a mi antojo, dejándome
llevar.
A la final solo estoy jugando a que me invento un camino, a
que me caigo y busco la manera de levantarme, a que salto los charcos y otras
veces simplemente los piso, a que camino a pequeños pasos, a saltos y otras
veces en espiral. Con cada pregunta acerca de mi vida y mi forma de caminar,
siento que me clavan un cuchillo, siento que me desconozco y sencillamente no
puedo contestar, como si fuera yo el que no sabe jugar, como si todos los demás
fueran ganando y en ese momento de rendir cuentas, tuviera una deuda inmensa
con los demás y sobre todo con todas mis etapas, mis sueños y mis pensamientos.
Repentinamente recuerdo que seguiré mirando al cielo, que incluso
puede pasar que sean los demás quienes no quieren volar, que la rigidez y la
estructura de este planeta que no es de gelatina los haga dudar y luchar contra
todo eso que en realidad quieren, que mirare siempre hacia delante y hacia
arriba para recordarme a mi mismo que mis metas son mías y de nadie mas, que mi
forma de alcanzarlas no han de ser iguales a las de todos los demás, que mi
forma de enfrentar ciertas situaciones y dejarme derrumbar frente a otras, a
pesar de que no sean las correctas, son las que me impulsan en las mañanas a
caminar y en las noches a reflexionar, que mi vuelo es mi vuelo y mi cielo es
también mi cielo, que a pesar de que también esta ocupado por otras mas, mis
destinos y mis alas, son míos y de nadie mas.
Puede ser pequeño e incluso volar un poco mal, ser algo
distraído y chocar con los demás cuando camino, a veces incluso, puedo enojar a
los demás con mis ocurrencias y mi forma de estallar, pero se me ha enseñado a edificar un castillo
donde si se lo imaginan pueden entrar, donde los pingüinos cantan de noche y
los sonidos te tocan y te invitan a bailar, lleno de habitaciones cada una
hecha para quien abre la puerta, rodeado por jardines cambiantes con figuras
extravagantes y animales que escriben sus proezas en las cortezas, ese castillo
donde entro y me pierdo, donde sonrió y donde en esa única habitación cuya
llave tengo yo, se encuentran mis sueños y mis yo de años pasados, siempre con
su discurso de recuerdos, de metas y promesas aun por alcanzar, por
materializar y por atesorar.
Increíble como a esta hora corren tantas cosas por mis
venas, unas cuantas gotas de whisky y otras pequeñas moléculas de esas que te
hacen suspirar y soltar las carcajadas que la vida te arrebata, increíble como
me siento preso en una cárcel sin reja, como confundo el blanco con el negro
pero al concentrarme descubro nuevas matices e indescifrables sonidos,
increíble como en días como hoy, solo al ver mi reflejo en los charcos me
reconozco, como solo distorsionado veo todas las respuestas y rescato todas
esas ganas de seguir, como mi ambición reside dentro ese pequeño cumulo de agua
y como al sonreír miro hacia arriba y decido salir de mi castillo, enfrentarme
a mis propios demonios y en la noche poder cantar un poco de victoria, saborear
la libertad y a pesar de todas las cosas malas del día, recostarme en el suelo
de mi habitación, suspirar y decirme a mi mismo: “Todo pudo haber sido peor,
solo es cuestión de construirnos un mejor segundo a segundo”